Cuando Escocia no es Catalunya


 


Vuelvo a mi casa de Londres después de unos días  en Escocia, donde es evidente el contraste con el ambiente que se vive actualmente en Catalunya.  Tanto en Londres como en Edimburgo y Glasgow, hay  ‘seny’. En Barcelona y Madrid parece que se ha perdido.

A menos de un ano del  referéndum consentido en Escocia, no hay confrontación sino dialogo y debate moderado en el cual los que están decididos discuten sus posiciones alrededor de una  mesa y no en la calle, y donde hay muchos que se declaran abiertamente indecisos  aunque hasta ahora se han considerado  Británicos y Escoceses.

En Edimburgo, el Castillo medieval  asume varias perspectivas sobre la misma historia que va desde guerras de independencia hasta la unidad de reinos, pasando por grandes actos heroicos de ingleses y escoceses.  El desarrollo del imperio británico y su revolución industrial sirvió tanto al sur como el norte. Miles de soldados ingleses y escoceses murieron luchando contra el Káiser Alemán y Hitler.

En Escocia, la monarquía goza de respeto.  El palacio favorito de la Reina Isabel es Balmoral igual que lo fue con La Reina Victoria.  Su marido es el Duque de Edimburgo.  La Princesa Anne tiene a su cargo mantener la imagen positiva que se tiene de la monarquía por todo el Reino Unido. El ejército Británico considera a sus regimientos reales escoceses como entre  los más patriotas. Miles de escoceses trabajan para la flota nuclear de la marina del Reino Unido.  El deportista Andy Murray, un escoces,  es un héroe Británico. En Wimbledon fue celebrado por un país unido y al mismo tiempo consciente y tolerante de sus diferencias.

Banderas –tanto del reino Unido como la Escocesa-vi pocas, no como en Catalunya donde los independistas se han adelante a alzar sus banderas en cada pueblo como una declaración de facto unilateral. En Glasgow y en Edimburgo, las dos grandes ciudades escoceses, se mantiene una nomenclatura equilibrada, basada en una narrativa histórica que se resiste a ser manipulada por argumentos excluyentes. Las calles y los monumentos recuerdan a los gran héroes del  Imperio Británico, a reyes escoceses, a batallas de hace siglos donde murieron escoceses luchando contra ingleses, y batallas más recientes donde ingleses y escoceses se juntaron en el mismo bando.

Hablas con escoceses  que, sin meterse en sentimentalismo ni partidismos, te señalan lo bueno y lo mal que hay en ser parte del Reino Unido y las ventajas y las desventajas que podían traer la independencia. La mayoría, en base de mi encuesta personal entre varios docenas con os cuales hable, tienen más seguridad trabajo y mejores servicios hospitalarios y educativos que cualquier región autonómica  de España, a pesar de no tener el mismo poder de recaudación fiscal a nivel local.

Si la política no se ha radicalizado es porque hay dos políticos claves que ha sabido poner los intereses del país más allá de los intereses partidarios. El líder nacionalista Escoces Alex Salmond y el Primer Ministro Ingles David Cameron acordaron hace tiempo los términos de  un referéndum  que tanto ingleses como escoceses  consideran una genialidad democratuca.

En Escocia, poca gente tiene gran afecto personal por David Cameron, pero reconocen que a darles la oportunidad de votar por la independencia o  en contra ha mostrado cierta madurez política, aunque sabiendo que juega una carta que puede ganar ya que ha dejado una via abierta para la independencia sin proncunciarse en detalle lo que supondría un majoria del voto ‘no’ para el  estado autonómico. Al Alex Salmond se le reconoce cómo un  gran político que ha sabido ganarse espacios sin perder el respeto de sus seguidores ni de sus más críticos.  Perdiendo el referendum aun confía en salir ganando algo, en derechos autonómicos.  La coalición de conservadores, socialistas, y liberal democratas  a favor del no que lidera el ex ministro de economía Laborista Alistar Darling ha mostrado un gran sentido de patriotismo a dejar a un lado los interés partidistas bajo el lema ‘Better Together’, mejor juntos. Estos políticos  se definen como Britanicos y escoceses.

Los escoceses tiene una vida privilegiada comparados a los del otros habitantes del Reino Unidos. No pagan por sus recetas farmacéuticas, sus hijos gozan de cursos universitarios sin pago, tienen paisajes espectaculares, whiskey que se vende bien por todo el mundo, no pagan por el uso de sus autopistas  y tienen recursos naturales que les sobran.  El día que tengan que recaudar más, tal vez algunos de esos privilegios serán insostenibles  igual que los puestos de trabajo  que ofrece Estado Británico.

Y ya que hable de Catalunya al principio termino con una anécdota. Termine mi vista a Escocia apuntándome a ver el partido del Celtic con el Barca. Al que le gusta a el buen futbol y un ambiente de estadio incomparable, no se lo ocurre perder tal  oportunidad.

La noche previa al partido, me junte con unos amigos de Glasgow. Unos decididos a votar el ‘si’, otros el ‘no’ pero todos de acuerdo que el referéndum formaba parte de un proceso democrático, y que Escocia saldría adelante con u resultado o el otro.

Ni hubo gritos, ni desplantes, ni mucho menos, puñetazos. Nadie su fue de la mesa. El dialogo, el debate, la conversación siguió más allá de la medianoche. Más de uno de ellos llego a comentar que la que ventaja que todos ellos tenían sobre Españoles-fuesen Catalanes o Castellanos- es que tenían un Estado y gobierno  que funcionaba mejor que muchos otros en Europa y un primer ministro Ingles  y un líder escoces que comparten la  astucia política de saber que nos  llega a ningún  lado sin cierto grado de pragmatismo.

Al día siguiente  me encontré entre escoceses y catalanes que celebraban un ‘encuentro’ solidario de dos clubs de futbol que presumen de una cierta  identidad cultural y política  de derecho democrático.

Democráticos eran  la mayoría de los culés en el estadio-pero no todos. Hubo un grupito de jóvenes rapados que quisieron presumir  de sus credenciales independistas en sus camisas, sus cantos, y sus  consignas. Justo antes de comenzar el partido, vieron a otro joven  vestido con la bufanda y la camisa del Barca y una bandera Española sobre la espalda. A verle, un rapado se tiro encima e intento quitarle la bandera, mientras que su amiguete gritaba- “esa bandera me da asco”.

Y yo me puse en el medio- como medio escoces, nacido en Madrid, y culé que soy- , y, gracias a la ayuda de dos guardias escoceses y dos policías de Barcelona, pudimos sepárales con el argumento que el ejemplo lo tenía que dar yo como miembro de la Peña Blaugrana de London y además en un estadio Británico donde la democracia pasaba por un no rotundo a la violencia  igual que el Nou Camp. Hicimos las pazes y todos gozamos del partido.

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