El ejemplo de Nelson Mandela, y también del Papa Francisco (un argentino) nos recuerda que el liderazgo, el compromiso, la misericordia y reconciliación, son los pilares de una política humana y capaz de transformación.
Algo de esto se vivió en Argentina en Diciembre de 1983 al asumir la presidencia Raúl Alfonsín, un político social demócrata de talla Europea que supo en su mejor momento romper las divisiones tribales y clasistas de un país, para después dejar desperdiciar lo conseguido, atrapado por lo peor de su pais.
De los momentos históricos que he vivido como periodista, pocos estuvo tan lleno de un ambiente tan esperanzador como el que comparti en las calles céntricas de Buenos Aires el día que asumió el poder Alfonsín, un presidente civil democráticamente elegido que nada mas asumir, tuvo el coraje de llevar a juicio los juntas militares que tanta represión habían traído.
Treinta años más tarde, una huelga policial ha desencadenado disturbios, saqueos, y hasta muertos en varias zonas del país. Que la reacción del gobierno Peronista de Cristina Fernández haya sido la movilización de una fuerza paramilitar refleja hasta qué punto la sociedad Argentina ha perdido un sentido cívico, aceptando que su sobrevivencia y su destino depende de los uniformados, y que el bien común se sacrifique a la anarquía, por un lado, y la represión por otra, en vez de asociarse con una responsabilidad colectiva que asume la ciudadanía como el sine qua non de su democracia.